martes, 21 de septiembre de 2010

Guerra desde el escritorio




Existen dos niveles de conducta en la vida social que se exacerban en el ambiente burocrático. Uno, el de los simuladores que llevan puesto el traje invisible del emperador, ostentan el puesto sin tener la menor idea qué están haciendo allí, excepto que hicieron de todo para poder llegar y ganarse un sueldo. Dentro de esta categoría están los recién llegados que tienen un sueldito y los otros, de un sueldote. 
Siendo simuladores, los primeros piensan que se merecen más y que algún día se arrimarán al padrino correcto que les mejore la vida y prestaciones; los segundos juran que, así como llegaron allí, bien pueden algún día ser hasta "presidenciables". Es una fauna bien cómica, ésta: Llevan el traje invisible, aquél que el sastre gandalla le hizo al rey diciéndole que era tan fino que los tontos no lo veían, y como a nadie le gusta pasar por idiota, pues...
La segunda camada de burócratas es mucho más escasa: Aquellos que hacen muy bien su trabajo y no han perdido la esperanza en la vida. Los que llevan mucho tiempo sentados ante un escritorio o con una plaza que ocupan merecidamente, adecuadamente, contentos, serenos. Estos subsisten en los niveles medios y no tienen mayor esperanza de traspasar el techo de cristal (ahumado) que los llevaría a puestos superiores. Más allá de esa altura, se mueven los "políticos".
Los políticos, finalmente, que sí saben trabajar en lo que les encomendaron y les dieron un sueldote, son los menos frecuentes. Puede ocurrir que no se arredren a pesar de la gran cantidad de obstáculos que les ponen los idiotas, los ambiciosos, los envidiosos, para que logren resultados al menos aceptables en su encomienda. Puede ocurrir, por el contrario, que les muerda el bicho venenoso del poder y se contaminen de vanidad y prepotencia. A cualquiera le puede ocurrir, a cualquiera, por más sano mentalmente, por más ecuánime que sea.
Así que... ¿quién queda, en esta fauna, para hacer el trabajo de gobierno que los ciudadanos confían a sus funcionarios y a quienes además les pagan con sus impuestos?
Saque la cuenta: Los honestos de nivel medio (poquísimos) y los políticos que merecidamente llegaron a donde están... y viven  para contarlo.


La lógica de la alta burocracia es la misma que la de la guerra; tal vez por eso sólo logran ganar las batallas los grandes generales (se insiste: si el poder no les devora la cordura). Se trata de ganar más espacio, beneficios y lucimiento... poder en otras palabras, que los adversarios. Y los adversarios son, simplemente, aquellos que pertenecen a ejércitos distintos en opinión sobre cómo se debe gobernar.
Los victoriosos son muy pocos; una vez en el poder, los generales que ganan las batallas y/o la guerra, deben soportar y cuidar el saqueo que hacen sus soldados en las plazas ganadas. 
¿Y el gobierno? ¿Lo que los ciudadanos esperan, aquello por lo cual pagan y ante lo que tienen esperanza de mejorar su vida? Bueno, pues algún resto de buenas decisiones y obras bajarán del Olimpo, para beneficiarlos... de vez en cuando.


¿No será que esto de la política, o la guerra con palabras, conceptos y/o mentiras, resulta menos eficiente que la honestísima guerra de antes?
El inepto moría de un espadazo en el corazón o la yugular... y ya. El más fuerte y hábil sobrevivía y se quedaba con el poder y el respeto de sus soldados. Todo entre hombres. Y con esto se decidía todo.


(Lo terrorífico de este lado es que las mujeres sólo vivíamos para proveer varones para nutrir la muerte y destrucción de las guerras; éramos máquinas de producir humanos desechables. Ahora ¿qué somos las mujeres, en este juego fatuo de la política-guerra?)


La imagen es de Salvador Dalí

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Gritar que somos libres

Ignoraba yo que don Miguel Hidalgo murió deshecho de culpa por la sangre derramada que su apasionada empresa provocó. Tarde percibió que la ira del pueblo hambriento es la peor bestia que produce la ambición de los hombres:  


..."¡Ah, América, querida Patria mía! ¡Ah, americanos, mis compatriotas, europeos, mis progenitores y sobre todo los insurgentes, mis secuaces, compadeceros de mí! Ya veo la destrucción de este pueblo, que yo he ocasionado, la ruina de los caudales que se han perdido, la infinidad de viudas y huérfanos que he dejado, la sangre que con tanta profusión y temeridad se ha vertido y, lo que no puede decir sin desfallecer, la multitud de almas que por seguirme estarán en los abismos". (Manifiesto escrito en la prisión de Chihuahua, en mayo de 1811)


Yo no sabía que Vicente Guerrero era un moreno ancho, de pelos parados y chinos, nada finito como los criollos que se la partieron después de que murieron los titanes, Hidalgo y Morelos. Desconocía que aquella pasión primigenia que clamaba justicia y encarnaron los grandes hombres que por primera vez experimentaron un sentimiento "nacional" por México... se convirtió de manera absolutamente lógica y con el tiempo en un mar de ambiciones sucias y conveniencias baratas que luego se repartieron quienes quedaron en el poder.
        Es lógico que no supiera yo que Guadalupe Victoria, junto con Nicolás Bravo, fueron los dos últimos generales valientes que tuvo Morelos y de quien bebieron un sorbo de pasión nacionalista. 
        Que Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón (já) o sea Antonio López de Santa Anna, encarnó el primer político mexicano que fue tradicional por siglos... es decir, promiscuo, vicioso, acomodaticio y sobre todo, el único mortal que hacía algo por trabajar en "política" gobernando un país en caos.
        Hay muchas cosas interesantísimas que yo no sabía, hasta que la suerte enorme que Dios me dio (con sus asegunes, pero bueno...) me hizo vivir en estado lúcido el 200 cumpleaños de mi país.
        En la escuela primaria me dieron un panorama tieso y formal de la historia de la Independencia; pero ver a los héroes descarnados pone a cada quién en su lugar. Hay muchísimo más que falta por saber, porque la Historia es insondable y las guerras de los hombres se desbordan de horror y caos espiritual... pero muy claro es que el más grande personaje de ese momento de nuestro origen, fue Miguel Hidalgo.
        Un hombre cabal, lo que se dice un HOMBRE; con esa mezcla de masculinidad violenta, aderezada de una gran sabiduría libresca y de la vida, y ¡ah! el valor. ¡Valor!, señores, eso que ahora los politiquillos de escritorio desconocen; que los machos juzgan un adorno inútil en sus abusos, que los mexicanos alcohólicos y golpeadores de mujeres no tienen idea con qué se come...
        Valor, hombría, un espíritu libertario sin límites. Su grito nos llega hasta ahora; todos gritamos ¡Viva México!, porque él, aunque nuestra república ni era eso ni aún se llamaba así, lo hizo primero que todos. Somos su coro, rindámosle honores.


Ni modo... también lo que no se puede tocar, EXISTE: El amor por México. Yo lo vivo; ¿y tu?
(La imagen es muy romántica y hasta un poco cursi, pero me vale gorro: ¡Me encanta!)

lunes, 13 de septiembre de 2010

Patria





A los que preguntan si hay algo qué celebrar en este bi-centenario les diría que se dejen de amarguras y de perfilarse a contraluz con el clásico carácter nacional: Amargados y sin autoestima.


Tras milenios de hermosas culturas en una de las regiones más ricas del Continente Americano, nos cayeron como plasta los gachupas (a quienes ahora quiero mucho, pero mejor si se quedan allá, en su casa) y después de 300 años, nos los sacudimos como ixcuintles para seguir siendo Mexicas. Muchos hombres y mujeres murieron por eso: Los primeros peleando y las segundas por carambola.


Somos mestizos. Dueños de una tierra enorme y riquísima por la que nadie daba un cinco en el siglo XIX pues ya estaba saqueada a morir y don Antonio López (de Santa Ana), entre borrachera y borrachera, nos guardó la mitad de la tierra porque si no, los gringos se llevan todo.


Luego, don Benito se partió la vida para darnos identidad, a corre y corre en carretela por todo el país llevaba el país a cuestas, mientras pensaba en qué somos, quiénes somo y a dónde vamos... y los franceses hacían la lucha para robarnos todo.
Cuando ya se habían acomodado las cosas, llega Porfirio acaparando poder y los ricachones (como siempre) de su lado. Y otra vez al pleito. La Revolución fue una rueda de la fortuna donde se encaramaron los gandallas y caudillos para sentarse en el poder y el dinero, pero bueno... después de ríos de sangre, otra vez hubo país, hubo MÉXICO.


Finalmente la transición de terciopelo en el 2000 nos hizo libres totalmente, porque como ciudadanos tenemos una riqueza de incalculable valor: El sufragio efectivo.
Otra libertad ganada es que podemos insultarnos libremente unos a otros, despotricar contra los gobernantes, maldecir y sacar todo el cobre en público, no faltaba más. Antes éramos como de cartón, muy seriecitos porque al que se movía o criticaba, caput.


Ante eso: ¿Cómo no sentirnos orgullosos? Hay un testigo interior, en cada mexicano que le impele a robar, humillar y someter a cualquiera que se le enfrente (santo machismo, Dios te bendiga). El mexicano tiene un carácter nacional mentiroso y dado a la transa.


Pero en su esencia es también orgulloso y dueño de lo suyo; en lo profundo un buenazo e ingenuo que llora en las cantinas. Tantos saqueadores nos han seguido los talones, nos han cacheteado hasta sangrar y todavía tenemos México, un territorio hermosísimo; lleno de riquezas naturales y culturales. Aquí somos libres, trabajamos, nacemos y morimos.


Y todos nos emocionamos cantando el Himno y saludando a la bandera, porque con todo y los zipizapes, nos enseñan respeto por la patria desde que somos bien chiquinitos; nunca se nos olvida.


Nos SENTIMOS mexicanos. SOMOS, con una identidad definida e inamovible. Hijos de Cuauhtémoc, nietos de la Malinche, choznos de los árabes y los españoles, pero aquí estamos. 


Yo amo el pedazo de México en que nací. Y no me da vergüenza, como a la mayoría, ser MEXICANA. Me encanta ser mestiza, trigueña, de ojo grande y corajuda. Mi linaje es mexicano hasta el centro de la Tierra, y lo disfruto mucho.


Yo sí celebro, no faltaba más.





sábado, 11 de septiembre de 2010

Bicentennial woman



Sucede que por ratos me canso del bicentenario; de la fiesta que nos recuerda la guerra.
Me canso porque tengo que estar allí, haciendo guardia en mi trabajo... no porque no me guste pensar en el tema. Duele, también. Saber que Hidalgo murió atormentado por la culpa y creyendo que su empresa había sido inútil. 
No era guerrillero... era un hombre con corazón que odiaba la injusticia; pero su sensibilidad lo venció. No pudo aceptar que la injusticia sólo se lava con sangre, con violencia, porque los hombres así son de torpes, de abusivos.
Duele que llegar a estos años en que nos llamamos mexicanos con tanta seguridad en la voz, ha costado tanto, tanto esfuerzo, tanto llanto, tanto dolor.
Y bueno, también me canso de trabajar. Caí en cama por el esfuerzo. Ardí en fiebre, en dolor del cuerpo, tal vez por tanta emoción desprendida, por tanta adrenalina, por la pasión a que me obliga tratar de realizar los anhelos de la gente que llega y pide, ofrece, intercambia lo más noble que el ser humano produce: Arte.
Ah, también: puse la rosa blanca nada más porque está hermosa. Algo hay que hacer para negociar con esta piedra de Sísifo que es la vida...



miércoles, 8 de septiembre de 2010

El cuerpo a rastras




No recuerdo haber sentido antes este tipo de agotamiento: Todas las ganas de seguir, pero ¡no hay fuerza! Frustración,  pero agradable... ¿cómo? Pues sí: Satisfacción del deber cumplido; conciencia de que no debe convertirse en una obsesión hacerlo TODO en demérito de la salud física y mental. Control de emociones para no sentirme culpable. Complicado, pero no imposible.
¿Quién me nombró cuidadora de todos, hacedora de todo perfecto, componedora del mundo, obligatoriamente buena con todos? 


Por ejemplo: No hay necesidad alguna de escribir en este blog con solemnidad y perfección. Esto es un diario abierto así que, ¡a soltarse!
Basta de seriedad; de todos modos ¡NADIE VIENE! JÁ