lunes, 13 de septiembre de 2010

Patria





A los que preguntan si hay algo qué celebrar en este bi-centenario les diría que se dejen de amarguras y de perfilarse a contraluz con el clásico carácter nacional: Amargados y sin autoestima.


Tras milenios de hermosas culturas en una de las regiones más ricas del Continente Americano, nos cayeron como plasta los gachupas (a quienes ahora quiero mucho, pero mejor si se quedan allá, en su casa) y después de 300 años, nos los sacudimos como ixcuintles para seguir siendo Mexicas. Muchos hombres y mujeres murieron por eso: Los primeros peleando y las segundas por carambola.


Somos mestizos. Dueños de una tierra enorme y riquísima por la que nadie daba un cinco en el siglo XIX pues ya estaba saqueada a morir y don Antonio López (de Santa Ana), entre borrachera y borrachera, nos guardó la mitad de la tierra porque si no, los gringos se llevan todo.


Luego, don Benito se partió la vida para darnos identidad, a corre y corre en carretela por todo el país llevaba el país a cuestas, mientras pensaba en qué somos, quiénes somo y a dónde vamos... y los franceses hacían la lucha para robarnos todo.
Cuando ya se habían acomodado las cosas, llega Porfirio acaparando poder y los ricachones (como siempre) de su lado. Y otra vez al pleito. La Revolución fue una rueda de la fortuna donde se encaramaron los gandallas y caudillos para sentarse en el poder y el dinero, pero bueno... después de ríos de sangre, otra vez hubo país, hubo MÉXICO.


Finalmente la transición de terciopelo en el 2000 nos hizo libres totalmente, porque como ciudadanos tenemos una riqueza de incalculable valor: El sufragio efectivo.
Otra libertad ganada es que podemos insultarnos libremente unos a otros, despotricar contra los gobernantes, maldecir y sacar todo el cobre en público, no faltaba más. Antes éramos como de cartón, muy seriecitos porque al que se movía o criticaba, caput.


Ante eso: ¿Cómo no sentirnos orgullosos? Hay un testigo interior, en cada mexicano que le impele a robar, humillar y someter a cualquiera que se le enfrente (santo machismo, Dios te bendiga). El mexicano tiene un carácter nacional mentiroso y dado a la transa.


Pero en su esencia es también orgulloso y dueño de lo suyo; en lo profundo un buenazo e ingenuo que llora en las cantinas. Tantos saqueadores nos han seguido los talones, nos han cacheteado hasta sangrar y todavía tenemos México, un territorio hermosísimo; lleno de riquezas naturales y culturales. Aquí somos libres, trabajamos, nacemos y morimos.


Y todos nos emocionamos cantando el Himno y saludando a la bandera, porque con todo y los zipizapes, nos enseñan respeto por la patria desde que somos bien chiquinitos; nunca se nos olvida.


Nos SENTIMOS mexicanos. SOMOS, con una identidad definida e inamovible. Hijos de Cuauhtémoc, nietos de la Malinche, choznos de los árabes y los españoles, pero aquí estamos. 


Yo amo el pedazo de México en que nací. Y no me da vergüenza, como a la mayoría, ser MEXICANA. Me encanta ser mestiza, trigueña, de ojo grande y corajuda. Mi linaje es mexicano hasta el centro de la Tierra, y lo disfruto mucho.


Yo sí celebro, no faltaba más.





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