jueves, 25 de noviembre de 2010

Memoria amiga


Ni modo: Llega un tiempo en la vida en que miramos hacia atrás en vez de al futuro. No es que se haya perdido la fe; quizás el alma propia ya no da más para ilusiones, pero sí hay la convicción de que todavía quedan en el fondo del baúl muchos momentos hermosos para disfrutar.
    Se siente como aburrimiento, como un cansancio sin descanso posible, pero… Tampoco significa, ese mirar atrás, tanto escepticismo se le niegue un futuro a la Humanidad; después de todo nuestra especie ha superado lo inimaginable; los desastres de los tiranos, los cataclismos naturales, lodazales de instinto tipo Sodoma y Gomorra y así. En algún momento, como un perro que se siente incómodo, la Tierra, la Naturaleza, se sacuden y todo vuelve a quedar como recién lavado.
   Así que no es depresión o temor por la derrota.
   Pensándolo bien, al reflexionar sobre el caos en que vivimos hoy día, nunca como ahora me queda claro el significado de aquella imagen sobre el diluvio de Gustavo Doré en la antigua Biblia que había en casa: Los seres que permanecen atentos de lo trascendente y bueno, como Noé, tienen que dejar morir a los más débiles, pues las fuerzas del bien y del mal juegan a equilibrarse, para que la vida se sostenga… pero siempre y a la larga gana el bien.
   Con todo y eso, ni modo: Se mira hacia atrás en algún momento de la vida. Porque se valoran de nuevo los instantes de felicidad e inocencia que vivimos, y casi siempre son los de la niñez. El suspiro primero cuando descubrimos el impulso del amor que, aunque sea una droga engañosa para perpetuar la vida, es uno de los bocados más excelsos que Dios regala a los mortales.
Se empieza a sólo sentir nostalgia por los momentos de descubrimiento: El nacimiento del primer hijo, el amor de la madre en la infancia, los días navideños cuyas luces y colores bastaban para hacernos felices.
   Puras situaciones que ahora se ven cotidianas, pero que al momento de descubrirlas, cuando el alma es nueva, nos hicieron sentir una tajada de felicidad.
   Y tampoco es que se desee vivir todo eso de nuevo; aparte de imposible, ya no sería lo mismo, ¿verdad? Es que el sólo recuerdo, sólo la evocación misma ya es hermosa, aunque duela, aunque las lágrimas asomen, el sentimiento (nostalgia) es hermoso.

(Me pasa, por ejemplo, escuchando canciones antiguas que mi madre cantaba cuando yo era niña; o mirando mis propios ojos en fotografías viejas, al encontrar en ellos aquella riqueza infinita que aún tenía: ignorancia absoluta sobre el mal)


domingo, 14 de noviembre de 2010

Mordaza



A veces pregunto al espejo: ¿De verdad crees que ya no tienes qué decir?
He escuchado por mucho tiempo la palabra "autocensura" y la miraba como un turista las curiosidades de un país ajeno. Nunca la aplicaba a mi caso. Nunca llegué a toparme con ese estado de ánimo, hasta ahora. 
   Mientras fui articulista sin empleo en el gobierno; o mientras lo fui estando empleada en el gobierno, jamás tuve idea de lo que es frenarse para soltar el teclado. Hoy he estrenado esa condición de ánimo y me está haciendo sumamente infeliz. La coacción la aplico a mí misma y me siento miserable. 
   ¿Por qué me freno, me pongo vendas en las manos, como los boxeadores... pero ni siquiera salgo a pelear? Porque antes las denuncias sobre las miserias humanas -já, como si yo fuera perfecta- que produce la burocracia y la política, entre otras porquerías que genera la "civilización", fluían desde los "malos", es decir los que estaban equivocados en su ideología, los malditos totalitarios de siempre. 
Llegué a criticar incluso desde adentro, porque como burócrata de quinta o sexta línea me sentía con derecho a criticar. La mayor parte de las personas piensan que eso equivale a "morder la mano de quien te da de comer", y siempre me ha parecido tal razonamiento una perfecta y vergonzosa estupidez.
   El burócrata que critica su propio gobierno no muerde mano alguna: El dinero que recibe NO es del jefe, ni siquiera del Jefe Máximo... es dinero de la gente, de los ciudadanos. Siempre lo dije, siempre argumenté lo mismo. "A mí me paga la gente, no mi jefe que, aleatoriamente, está en el puesto de mando: Es un enfermo de soberbia; mi deber está con quien me paga, es decir el público".
   Okey... pero ahora, aquellos burócratas que están al mando -muchos de ellos- pertenecen a la "bola" de gente que presume una ideología con más sentido de la ética para gobernar. Al menos esa es la teoría, la propuesta, la premisa.
   Pero... no es tan fácil. Claro, a esta altura del ejercicio crítico es bastante ridículo comprender apenas -mejor dicho, aceptarlo- que la miseria de antivalores donde nada la burocracia y el podercillo político puede infectar a cualquiera. 
   Dentro del mismo grupo que yo acepté como de pertenencia en la convicción política, también se producen monstruos, zombies, pobres entes con su autoestima tan piojenta que juzgan su escritorio un trono y a sus empleados como sirvientes. Eso, entre muchas otras linduras, como la adoración por los lujos, el dinero, la debilidad de creer que un ladrillito conseguido por amistad o repartiendo volantes realmente viste de capacidad de mando, de liderazgo, de conocimiento del trabajo que deben realizar... etc.


Dicho de otro modo: La ingenuidad perversa de vestir el traje nuevo del Emperador y lucir las propias miserias sustentando el silencio en el miedo... puede atacar a cualquier ser humano de cualquier ideología, por sacrosanta que parezca. El hábito no hace al monje; aunque la mona se vista de seda, mona se queda, etc.
   La administración burocrática es una gelatina terriblemente vulnerable a la incapacidad laboral, a la inteligencia emocional bajo cero. Un puesto no te hace experto en nada; al contrario, es un ácido que mostrará con el tiempo tus miserias o tus cualidades.   Exactamente como cualquier trabajo. Y si fracasas, también se notará, pero no te corren por imbécil e inepto, como en la iniciativa privada; te quedas si eres hábil para manipular a los demás y sobre todo: Para lograr que los demás sientan miedo.


Volviendo al principio: No es que nada tenga qué decir. Me callo por vergüenza, no por miedo.Tengo que reencontrar el camino para desahogar mi verdadero sentir acerca de la metamorfosis patética que sufren los seres humanos en el miserable mundo llamado burocracia (alta y media, sobre todo). Inventaré metáforas, elementos fantásticos, no faltará; pero es un lodazal de coraje en el que ya no puedo sostenerme. Tengo que limpiar mi corazón y la mente.



miércoles, 10 de noviembre de 2010

Con la multitud desde la soledad





Acabo de abrir una cuenta en Twitter. Primero fueron las novelas de aventuras, las narraciones épicas. Luego las novelas más cortas, seguidas por los cuentos; los poemas se fueron también reduciendo y dejaron de ser leídos. Luego fue el blog (y el metro y fotolog, donde todos nos disfrazamos o jugamos a una identidad frívola. Ahora el twitter, la gran sala de conversación del mundo.
¿Terminaremos emitiendo gruñidos hasta que desaparezcan las palabras?
¿A dónde se fue el tiempo que gozábamos? ¿Quién nos dio la orden de empezar a correr detrás del vacío, el ruido, la aglomeración sin sentido?

martes, 2 de noviembre de 2010

Estrella de la Historia

Supe más sobre ella en mi adolescencia, leyendo biografías de Stefan Zweig; descubrí así que un escritor debe reconstruir la biografía de un personaje histórico para revelar una nueva faceta de su personalidad, o sólo realizará un trabajo estéril. La historia, al fin escrita por hombres, la consideró en los textos oficiales como una especie de prostituta fina, frívola y cabeza hueca que llevó a Francia a la Miseria y provocó la Revolución Francesa.
   
    Siempre ellas tienen algo de culpa, ¿eh? Proserpina, Mata Hari, Eva Perón, Cleopatra, María Antonieta de Austria.

    La verdad es que fue una niña mimada llena de buena fe, que llegó a Francia a casarse con el delfín, es decir el heredero del trono.

    Su destino era ser reina; lo fue simplemente y nadie se lo pudo perdonar. Las envidias la sepultaron.

    Los hombres no supieron gobernar un Estado en crisis, Luis XVI-su esposo- era mediocre y falto de inteligencia, pero la que hizo el "daño", fue ella, según la historia.

    Hoy su imagen se reivindica poco a poco: Fue una víctima. La Revolución estallaría de cualquier manera; ella fue muy desdichada, ejecutada como una criminal a los 38 años sólo por el pecado de cumplir su destino.

    Hace tiempo existe una versión muy nueva de su biografía, llevada al cine por Sofía Coppola. No quería verla pues esta figura histórica controversial y a la vez hermosa (¿qué culpa tiene un ser humano nacido en la nobleza, de lo perverso que quede ser ese concepto y sobre todo: de que los hombres lo hayan inventado?), me produce depresión y la angustia que proviene de toda injusticia.

    Arrogancia, injusticia, envidia... siempre van juntas.