jueves, 12 de agosto de 2010

Sismo en el "laburo"



La realidad es trepidante y oscilante.
No sólo porque la Tierra está disgustada con los humanos y se acerca (quizás) una nueva versión de la destrucción de Sodoma y Gomorra, sino porque los gobernantes están totalmente seguros de que levantando construcciones halagan a los ciudadanos.

En parte tal vez eso es cierto… al menos los varones son felices tumbando cosas para levantarlas de nuevo, más bonitas; o destrozando la naturaleza para sembrar cemento y levantar selvas para caminar erguidos sobre ellas.

Frente a mi modesta oficina situada en estratégica calle del centro histórico, dejaron los hombres media acera para que pudiéramos circular los seres de dos pies. Lo demás, está cercado en malla verde y más allá, en un área que debe ser de más de dos mil metros cuadrados, se mecen las piedras, la tierra, explotan los terrones, la tierra sufre los embates de unos dinosaurios de metal llamados trascabos, dompes, aplanadores y cuanta fauna de acero se pueda concebir. Atacan, porque sembrarán cemento pues, para erigir una obra de arte arquitectónico que se llamará “Plaza del Bicentenario”.

Es para conmemorar que somos libres gracias a dos guerras, distanciadas cada una por un siglo; para que no se nos olvide.
Mientras tanto, al escribir en mi lap, ésta se pasea vibrando por toda la superficie de un hermoso escritorio –ahora maqueado y color caoba- que me heredó el funcionario anterior; mis adorables auxiliares me hablan en tartamudeos y me entregan los oficios con la mano vibrando vertical u horizontalmente. El teléfono se cae al suelo cada vez que alguien hace una llamada y hoy, bueno…. Llevaré tapones para los oídos para no salir corriendo, enloquecida por el ruido, a media mañana.

Que Dios nos agarre confesados.

  

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