viernes, 4 de marzo de 2011

Segunda y todo por avanzar



La segunda vez que me gané un premio literario fue por andar insistiendo en repetir laureles. Si ya me había ganado el primer sitio en el Concurso de Cuento, había que mirar a otra parte… pero no: Ahí estoy como muchos escritores, ¡tercos! Por seguir luciendo, como si la trascendencia dependiera de los premios.

Mi pretexto era que… ¡no había más! Entonces mandé otra vez un texto a la convocatoria de la UniSon; aquí sí, de plano, se me olvidó qué cuento era.

Así que, muy merecidamente por necia, me gané el segundo lugar.
El campeón fue ¿Quién crees? Pues Raúl Acevedo Savín, el que ahora se firma “Jeff Durango” por razones misteriosas.

Esta foto la recorté en el año de la canica de El Imparcial, que para entonces al menos ya consideraba nota importante un premio literario… bueno, otra vez: Seguramente fue iniciativa de Manuel Borbón. El Rector de la Uni era un (n)hombre de quien muchos universitarios no quieren acordarse -¡digo!- no lo pueden recordar por ser tan antiguo.
Después de esto, como castigo por cabezotas, comprendí que un premio literario es un “espot” momentáneo, un relámpago del que después nadie se acuerda.

Es más: Es buen sitio aquí para mencionar que antes del Diluvio Universal, más o menos en 1970, existió una revista llamada “Mujer de hoy”, que convocó a un concurso nacional llamado “Por una nueva epístola”, de Melchor Ocampo, claro. Mandé unas ideas feministas radicales garrapateadas con furia y me llevé el premio. Ese sí lo gané yo, ese sí fue mi primero, y ¡nacional! Tampoco nadie se acuerda, también perdí el original o lo tiré cuando me cansé de atesorar el pergamino donde había sido publicado mi texto y lo más cómico es que ¡jamás! me pagaron los $500 pesos de premio, que entonces era una pequeña fortuna.

Con el tiempo me dieron lástima los pobres… seguramente entonces una propuesta así, “mujer de hoy”, no era económicamente exitosa, como lo sería cuarenta años después.

Ay Dios… qué montón de tiempo ha pasado y yo sigo aquí, golpeando teclas y gastando espacio en decir lo que pienso.
Al menos ha sido una buena válvula de escape para evadir el sanatorio psiquiátrico.
 (¡Y qué facha de "nerda" de los setenta!)

No hay comentarios:

Publicar un comentario