martes, 4 de enero de 2011

¿Adaptarse o morir?

Vale, pues propósito de año: No escribir de temas tristes. 
Me lo he propuesto muchas veces y no lo cumplo; pero se permite equivocarse. Es importante perseverar en los buenos deseos.


¿Por qué no temas tristes? ¡Porque es mal visto! No está en las corrientes de la moda. Si ya hay tantas formas de olvidarse de lo feo de la vida y meter la cabeza en la arena, francamente es una idiotez empeñarse en la depresión y dejarse ir, como dicen los chamacos… “para abajo”.

Puedo tomarme un Bailey’s y derrumbarme sobre la cama a ver una película cómica gringa. O tomarme una botella de vino blanco acompañada de una caja de chocolates con menta (como hacía una queridísima amiga que murió joven: Curaba sus depresiones encerrándose bajo llave, bebía y comía chocolates hasta que recuperaba la alegría de vivir y el optimismo.

Puedo jugar con Link y llevarlo por aventuras sinfín para rescatar a la princesa Zelda en “The twilight princess”. Puedo meterme en una telenovela llena de tragedias y llorar hasta que mis ojos queden como empanadas y luego sacudir mis manos… total, no son mis problemas, todo es ficción y sin que lo advierta nadie, me desahogo.

También puedo entregarme a terapias ocupacionales, como tejer calcetas para el frío o remendar prendas viejas. Eso también engaña al ánimo.

No, no es de gente bien escribir triste o depresivamente. Hay que ser hipócrita al extremo, pero eso sí, por el propio bien. Entiéndase hipócrita en el buen sentido: Vamos a fingir que no hemos sufrido, que no vivimos desengaños por parte de personas en las que confiábamos. Borremos todo lo malo vivido o lo que nos hizo sufrir. Siempre se puede comenzar a existir desde el amanecer de un nuevo día.

El secreto está en no tropezarse con las mismas piedras; alejarse de las personas que trastornan nuestro ánimo, hacer sólo cosas que nos gusten y evitar conductas propias o poner límites a las conductas de otros que nos roban la tranquilidad. Todo eso, es un ejercicio de voluntad, y ésa es una cualidad que solamente cada humano, desde su interior, puede ejercer… nadie más.

¿Qué tal?
Me salió como una página de un libro de autoayuda. No está mal; estoy en sintonía, soy “funcional”. Sarcásticamente  pero ¡funciona!

Vale, pues propósito de año: No escribir de temas tristes.
Me lo he propuesto muchas veces y no lo cumplo; pero se permite equivocarse. Es importante perseverar en los buenos deseos.

¿Por qué no temas tristes? ¡Porque es mal visto! No está en las corrientes de la moda. Si ya hay tantas formas de olvidarse de lo feo de la vida y meter la cabeza en la arena, francamente es una idiotez empeñarse en la depresión y dejarse ir, como dicen los chamacos… “para abajo”.

Puedo tomarme un Bailey’s y derrumbarme sobre la cama a ver una película cómica gringa. O tomarme una botella de vino blanco acompañada de una caja de chocolates con menta (como hacía una queridísima amiga que murió joven: Curaba sus depresiones encerrándose bajo llave, bebía y comía chocolates hasta que recuperaba la alegría de vivir y el optimismo.

Puedo jugar con Link y llevarlo por aventuras sinfín para rescatar a la princesa Zelda en “The twilight princess”. Puedo meterme en una telenovela llena de tragedias y llorar hasta que mis ojos queden como empanadas y luego sacudir mis manos… total, no son mis problemas, todo es ficción y sin que lo advierta nadie, me desahogo.

También puedo entregarme a terapias ocupacionales, como tejer calcetas para el frío o remendar prendas viejas. Eso también engaña al ánimo.

No, no es de gente bien escribir triste o depresivamente. Hay que ser hipócrita al extremo, pero eso sí, por el propio bien. Entiéndase hipócrita en el buen sentido: Vamos a fingir que no hemos sufrido, que no vivimos desengaños por parte de personas en las que confiábamos. Borremos todo lo malo vivido o lo que nos hizo sufrir. Siempre se puede comenzar a existir desde el amanecer de un nuevo día.

El secreto está en no tropezarse con las mismas piedras; alejarse de las personas que trastornan nuestro ánimo, hacer sólo cosas que nos gusten y evitar conductas propias o poner límites a las conductas de otros que nos roban la tranquilidad. Todo eso, es un ejercicio de voluntad, y ésa es una cualidad que solamente cada humano, desde su interior, puede ejercer… nadie más.

¿Qué tal?
Me salió como una página de un libro de autoayuda. No está mal; estoy en sintonía, soy “funcional”. Sarcásticamente  pero ¡funciona!

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